
Las 7 pruebas que demuestran que las palabras pueden ser más destructivas que las armas. Lo demostró Álvaro Leyva, el otrora poderoso canciller de Gustavo Petro, quien cruzó la línea roja de la democracia al intentar orquestar un golpe blando contra el gobierno que él mismo ayudó a construir.
Revelaciones exclusivas de EL PAÍS, obtenidas por el periodista José Pablo Quesada, exponen audios donde Leyva no solo planeaba la caída del presidente, sino que buscaba apoyo internacional para lograrlo. Lo que sigue es el relato detallado de una traición que unió a Colombia en defensa de sus instituciones.
De aliado a conspirador: la caída de Leyva
Todo comenzó con una destitución. En noviembre de 2024, la Procuraduría sacó a Leyva del gabinete por irregularidades en la contratación de pasaportes. Pero lo que parecía un simple escándalo administrativo escondía un resentimiento mucho más profundo.
Fuentes cercanas al gobierno revelan que Leyva nunca superó haber sido desplazado del círculo íntimo de Petro. Peor aún, su ambición familiar – querer que su hijo Jorge heredara un cargo diplomático – chocó con la negativa presidencial. «Era un hombre herido que decidió pasar al ataque», confiesa un exfuncionario que trabajó con ambos.
Esa herida no solo sangraba poder, sino también frustración. Personas del entorno del excanciller han descrito su evolución emocional como una espiral de decepción, donde el orgullo de sentirse indispensable se transformó en sed de revancha. La política colombiana, que tantas veces ha sido escenario de alianzas fugaces y traiciones épicas, vio nacer así un complot con aroma de tragedia nacional.
El plan golpista: mentiras, EE.UU. y desesperación
En abril de 2025, Leyva viajó a Washington con un objetivo claro: convencer a aliados de Trump y Marco Rubio de que Petro era un peligro para la región. En reuniones con asesores de congresistas republicanos, el excanciller llegó a afirmar que el presidente colombiano era «un drogadicto incapaz de gobernar».
Pero su estrategia tenía un problema: las pruebas eran inventadas. «Nos presentó supuestos informes médicos que resultaron falsos», confirma una fuente cercana a las conversaciones. Sin embargo, lo más grave fue su intento de involucrar a la vicepresidenta Francia Márquez, sugiriendo que apoyaba su plan para reemplazar a Petro.
Los audios filtrados revelan una frialdad quirúrgica en la voz de Leyva. Hablaba como si aún portara el escudo del Estado, utilizando su experiencia diplomática para adornar la mentira con lenguaje técnico y precisión jurídica. Pero la verdad siempre termina saliendo. Y esta vez, salió amplificada, con nombre propio y sin anestesia.
En uno de los fragmentos más comprometedores, Leyva sugiere que “la presión debe venir de afuera para que la transición se vea inevitable”. Sus interlocutores, aunque inicialmente escépticos, escucharon atentos. Lo que estaba en juego no era solo un nombre, sino el equilibrio de una región golpeada por la polarización.
7 pruebas irrefutables
- El audio donde menciona a congresistas estadounidenses: Leyva habla explícitamente de contactos con figuras del ala dura republicana, incluyendo menciones directas a asesores de Marco Rubio.
- La mención a informes médicos falsificados: El uso de documentación falsa para desprestigiar a Petro ante instancias internacionales es reconocido por testigos.
- El plan de transición con Francia Márquez: Sugiere que ella sería “más digerible” para ciertos sectores del poder, una afirmación sin respaldo alguno.
- La manipulación mediática planeada: Hay conversaciones sobre filtrar noticias a medios de derecha en Colombia y Miami para sembrar dudas sobre la salud mental del presidente.
- Llamados a empresarios para que congelen inversión: Presiona a grupos económicos para “acelerar la percepción de caos económico”.
- Ofrecimientos diplomáticos a cambio de apoyo: Se mencionan “posibles embajadas” para aliados clave si su plan tenía éxito.
- Un borrador de carta dirigida al Congreso estadounidense: Donde acusa a Petro de violar la Constitución y pide que se suspenda cooperación internacional.
Leyva quiso involucrar a Estados Unidos
El rechazo unánime: cuando la política dijo «basta»
El escándalo generó una reacción sin precedentes. Desde Álvaro Uribe hasta Humberto de la Calle, figuras de todo el espectro político condenaron la conspiración. «Esto no es oposición legítima, es traición a la patria», declaró el expresidente Uribe, cuyo pupilo Miguel Uribe Turbay fue mencionado sin fundamento en los audios.
En el gobierno, las reacciones fueron aún más duras. Laura Sarabia, la mano derecha de Petro, calificó a Leyva de «miserable oportunista», mientras que Armando Benedetti lo acusó directamente de «terrorismo institucional». Francia Márquez, por su parte, salió al paso de las insinuaciones: «Nunca traicionaré el voto popular».
Incluso voces que han sido críticas del gobierno se alinearon en defensa del orden constitucional. Sergio Fajardo calificó el caso como “la línea que jamás se debe cruzar”. Y Alejandro Gaviria fue más allá: “En una democracia, el desacuerdo es válido. La conspiración, no”.
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Una traición con resonancia continental
En América Latina, la noticia rebotó con fuerza. En medios de Argentina, México y Brasil, se habló de un “plan continental de desestabilización”, con paralelos entre lo que intentó Leyva y otros movimientos de ultraderecha en la región.
Desde España la 7 pruebas que el diario EL PAÍS. reveló en los audios, contextualizó el caso como una advertencia sobre la fragilidad de las democracias en tiempos de polarización extrema. Quesada, el periodista que destapó el escándalo, escribió: “Lo que hemos escuchado no es solo un intento de golpe, es una señal de alarma para todo el continente”.
La lección que deja el escándalo
Este episodio revela hasta dónde puede llegar la ambición política. Leyva, un hombre que participó en procesos de paz históricos, terminó conspirando contra las mismas instituciones que juró defender. Su caída es un recordatorio de que en democracia, las diferencias se resuelven en las urnas, no en reuniones secretas.
Pero también estas 7 pruebas dejan una pregunta incómoda: ¿cuántos otros operan en las sombras? La respuesta depende de todos nosotros. Porque como demostró este caso, solo la vigilancia ciudadana puede proteger la democracia de sus enemigos silenciosos.
La confianza, cuando se rompe, no se repara con comunicados. Se reconstruye con transparencia, justicia y, sobre todo, con memoria. Y Colombia, que ha vivido tantos capítulos de traición, necesita recordar este. Porque olvidar sería invitar a la repetición.
Leyva pasó de arquitecto de la paz a ingeniero de la conspiración. De aliado presidencial a símbolo de traición. Y aunque su historia aún no termina, ya se ha inscrito en la lista negra de quienes, en nombre de sus ambiciones, estuvieron dispuestos a incendiar la casa común.
Reflexión Final: Cuando la lengua es más letal que un misil
Este no es solo un escándalo político. Es una alerta máxima. Porque si algo quedó demostrado con estos audios es que una voz envenenada puede hacer más daño que un misil. Las palabras de Álvaro Leyva, que alguna vez sirvieron para firmar la paz, hoy quedaron registradas como el intento deliberado de incendiar la institucionalidad desde las sombras.
En medio de este episodio vergonzoso, una pregunta incómoda emerge como una bofetada: ¿dónde queda ahora la cara limpia de todos aquellos que, con tono solemne y apariencia de respetabilidad, repetían como dogma que Gustavo Petro era un drogadicto? ¿Acaso lo vieron consumir? ¿Acaso se drogaban con él? ¿O simplemente fue más fácil repetir una mentira con ínfulas de verdad porque venía de alguien con corbata y apellido? ¿Porque son “gente de bien”?
El rechazo a la traición de Leyva fue unánime, sí, y eso honra a la política cuando se planta frente al abismo. Pero el silencio de tantos otros frente a la infamia de los rumores alimentados con desprecio también debe ser señalado. Porque es igual de venenoso inventar una calumnia, que aplaudir en silencio al que la lanza.
Y en este lodazal, no puede quedar fuera el rol de figuras extranjeras como Marco Rubio, el senador estadounidense de origen cubano que ha hecho de su resentimiento una plataforma de poder. Un hombre que se niega a reconocerse latino, que desprecia lo que es, mientras reparte insultos a los pueblos de donde viene. Fue él quien también repitió el calificativo de «drogadicto» contra el presidente colombiano, sin pruebas, sin decencia, y sin conciencia del daño regional que sus palabras pueden generar.
Lo que ocurrió con Leyva no es una anécdota. Es una advertencia. Una muestra brutal de lo cerca que está la democracia del precipicio cuando quienes deberían defenderla se sienten por encima de ella.
Y, finalmente, una verdad que arde: en este país, las armas han matado a miles, pero las palabras malditas han matado a millones en reputación, dignidad, esperanza y credibilidad. La palabra puede sanar o destruir. Puede construir democracia o dinamitarla desde adentro. Y quienes la usan con desprecio, mentira y cálculo, merecen el mismo repudio que los que disparan.
Colombia necesita menos gritos y más conciencia. Menos cinismo y más memoria. Menos traidores con discursos elegantes y más ciudadanos con convicción ética. La vigilancia ciudadana, la que no calla ni se arrodilla, es la única que podrá evitar que estos intentos oscuros se repitan. Porque callar, como ya sabemos, es dejar que el veneno siga corriendo y estas 7 pruebas reveladas son la evidencia de lo que puede venir.
Gracias Juan Diego Quesada, corresponsal en la Región Andina del diario español El País, gracias por ayudar a salvar la Democracia
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