
Hace apenas quince días recibí un diagnóstico de hígado graso y prediabetes que me impactó sin anestesia. No fue un dato médico más, fue una advertencia con nombre propio. En ese instante comprendí que el cuerpo te habla cuando la vida te está pasando factura. Y que si no le respondés con decisión, el precio puede ser muy alto.
El hígado graso no alcohólico se ha convertido en una amenaza oculta que avanza en silencio. No genera dolor, ni fiebre, ni produce alarmas visibles. Pero eso lo hace más traicionero. Si no se controla, puede derivar en fibrosis, cirrosis e incluso cáncer hepático. No es un problema estético ni pasajero, es una condición de salud que compromete la vida. Un asesino oculto que puede aparecer cuando menos lo imaginás.
La advertencia de la Clínica Mayo
La Clínica Mayo afirma que esta enfermedad es reversible, solo si se actúa a tiempo. El cuerpo tiene una capacidad increíble de sanar, pero necesita que le demos herramientas reales. No existe una cura mágica ni una píldora que lo resuelva todo. Lo que sí existe es el compromiso diario de cambiar el estilo de vida. Y esa decisión no puede esperar.
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El primer paso es perder peso, si hay sobrepeso. Comer menos calorías de las que se gastan y moverse, en la medida en que se pueda. La pérdida del cinco al diez por ciento del peso corporal mejora notablemente la función hepática. Es una meta posible, y al alcanzarla, el cuerpo lo agradece casi de inmediato.
Dieta para el hígado graso
Comer bien no es un castigo, es una forma de salvarse. Una dieta con frutas, verduras, fibra y proteínas magras es fundamental. Hay que eliminar las bebidas azucaradas, las harinas blancas y los productos ultraprocesados, comenzando por las salchichas, mortadelas o salchichón.
La fructosa escondida en jugos, refrescos y postres es veneno para un hígado debilitado. Cambiar lo que se come es cambiar el destino del cuerpo, aunque ese tardío cambio suele ser costoso en salud… y en el precio de las frutas.
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Es un enemigo oculto que ataca después de los 50, pero que comenzó a formarse desde el primer descuido en la juventud. El día que cambiamos la fruta por el jugo artificial. La mandarina por el néctar en caja. El mango por el refresco de sobre.
Cada sorbo endulzado con fructosa procesada fue una bala suave al hígado. Nadie lo vio venir. Nadie lo advirtió. Pero ahí estaba: el daño lento, silencioso, acumulativo. Hoy muchos enfrentamos sus consecuencias. Pero aún hay tiempo. Porque cambiar lo que se come… es cambiar el destino del cuerpo.
Ejercicio adaptado para pacientes con hígado graso
El ejercicio es un aliado poderoso, pero debe ser realista. No todos tienen las mismas capacidades ni el mismo punto de partida. En mi caso, uso una silla de ruedas eléctrica y mis movimientos se reducen a dos dedos que controlan mi rumbo. Pero eso no me impide mover brazos, estirar con bandas elásticas, mantener tono muscular.
Desde la silla también se puede. El cuerpo no se rinde si uno no lo rinde primero. Y si ese es tu caso, pero tenés silla manual, podés fortalecer esos brazos movilizándote y quemando energía para vivir.
Además, quienes tenemos movilidad reducida por discapacidad o por largas jornadas en oficina, debemos evitar largos periodos sin movimiento. Ejercicios respiratorios, torsiones suaves del tronco, estiramientos asistidos o guiados pueden generar grandes beneficios.
Si hay problemas cardíacos, la precaución es doble
Ahora bien, si hay problemas cardíacos además de hígado graso, la precaución debe ser doble. Nada debe hacerse sin supervisión médica. Pero eso no significa quedarse quieto. Significa encontrar lo que sí se puede hacer sin poner en riesgo el corazón.
Muchas rutinas adaptadas permiten trabajar fuerza y respiración sin alterar la estabilidad cardiovascular. Cuidarse no es resignarse, es tomar el control con inteligencia.
La prediabetes como señal de advertencia en el hígado graso
La prediabetes también es una señal de advertencia. No es enfermedad declarada, pero es el último paso antes de cruzar un umbral del que cuesta regresar. Controlar el azúcar en sangre con dieta, seguimiento médico y constancia es clave.
Cada decisión, cada plato, cada movimiento, suma o resta. Y usted decide de qué lado quiere estar.
Cómo proteger el hígado debilitado
El hígado necesita protección total. No al alcohol bajo ninguna circunstancia. No a los medicamentos o suplementos sin aprobación médica. Cualquier sustancia innecesaria puede ser tóxica para un órgano debilitado.
Además, si no se tiene inmunización contra hepatitis A y B, es el momento de hablarlo con el médico. La prevención también es medicina.
El control médico no debe ser esporádico. Exámenes periódicos de sangre, ecografías, y cuando se requiera, elastografía o estudios más específicos permiten saber si hay daño avanzado. No hay que tenerle miedo a los controles. Son la mejor herramienta para detectar a tiempo y evitar complicaciones mayores.
Tratamientos complementarios y estado de ánimo
Existen tratamientos que están mostrando resultados prometedores. Medicamentos como la semaglutida o el resmetirom han sido utilizados con éxito en pacientes con hígado graso. No reemplazan el cambio de hábitos, pero sí lo complementan cuando hay indicación médica.
El acceso depende del caso, pero la ciencia está avanzando, y eso también da esperanza.
Más allá del cuerpo, esta enfermedad afecta el ánimo. La fatiga crónica, la mente nublada, la pérdida de energía, son señales de un organismo colapsando. Pero también son reversibles. A medida que el cuerpo mejora, también lo hace la cabeza. Volvés a pensar con claridad, a tener ganas, a sentirte dueño de vos otra vez. Y eso, no tiene precio.
Coadyuvantes naturales: Liv-C de Natural Systems
En zonas rurales o comunidades de bajos recursos, donde el acceso al sistema de salud es limitado, hay opciones naturales que pueden ayudar como coadyuvantes. Uno de ellos es el suplemento Liv-C de Natural Systems, registrado ante el Invima, que ha sido utilizado como apoyo hepático gracias a sus ingredientes naturales.
No sustituye el tratamiento médico, pero puede ser útil como complemento para fortalecer el hígado en quienes no tienen acceso a medicamentos de alto costo. Su uso debe estar respaldado por orientación profesional, pero representa una alternativa segura y accesible.
Reflexión final sobre el hígado graso
Este diagnóstico no es una condena. Es una oportunidad disfrazada de susto. Una señal para cambiar de ruta antes de que sea demasiado tarde. Con voluntad, apoyo y constancia, se puede revertir. Se puede vivir mejor. Se puede sanar.
¿Va a ignorarlo… o va a empezar hoy mismo?
Por. Emiliano Carrillo P.
Periodista Investigador
C.P.V. C.
Para: Noticolombia.net
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