
La Revista Semana construye su narrativa de desestabilización apoyándose en Andrés Otero, un venezolano presidente para América Latina de Guidepost Solutions—un nombre rimbombante para tan bajas y mentirosas afirmaciones. Semana lo presenta como «experto»… pero, ¿experto en qué? ¿En difamación?
Bajo el titular “Gustavo Petro quiere que le quiten la visa y romper con la DEA, el FBI y la CIA… los beneficiarios serán los narcos”, advierte el pseudo experto «crisis diplomática Petro» y las infames acusaciones de «narcoaliados».
Este supuesto analista intenta manchar reformas profundas que buscan transformar estructuras tradicionales de poder. ¿A esto le llaman ética, honestidad y «lenguaje de amor»? Con la complicidad de Semana, Otero se erige en vidente o brujo, afirmando sin pruebas: «Gustavo Petro quiere que le quiten la visa y romper con la DEA, el FBI y la CIA… los beneficiarios serán los narcos».
¿Hasta dónde llegará la manipulación mediática de Semana?
Esa narrativa se sostiene en titulares sensacionalistas y expertos que nadie eligió, mientras se ocultan datos indiscutibles sobre la lucha contra el narcotráfico y los avances sociales y económicos del país. La comparación de cifras entre administraciones demuestra con claridad la falsedad de las acusaciones.
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Durante los primeros veinte meses de Iván Duque, se incautaron 717,04 toneladas de cocaína. En el mismo lapso de Gustavo Petro, esa cifra subió a 1.161,5 toneladas, un aumento del 62 %. Esa diferencia no es un detalle menor: refleja una política de seguridad activa y en ascenso, contrastando con la versión de quienes aseguran que Petro busca proteger a las redes criminales.
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| Presidente | Período (20 meses) | Cocaína incautada |
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| Iván Duque | 7 ago 2018 – 31 mar 2020 | 717,04 toneladas |
| Gustavo Petro | 7 ago 2022 – 31 mar 2024 | 1.161,5 toneladas (↑ 62 % respecto a Duque) |
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La fantasía de Semana
Sobre esta base, cualquier hipótesis de una supuesta alianza de Petro con el narcotráfico como afirma el pseudo experto y la revista Semana carece de fundamento. Nadie que busque proteger el negocio criminal incrementa de tal manera los operativos de incautación ni mantiene un ritmo constante de extradiciones hacia Estados Unidos. Además, la desarticulación de organizaciones como el Clan del Golfo y la persecución de cabecillas confirman el compromiso real del gobierno con la política antidrogas. Ver: La manipulación de Semana
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La fantasía del autogolpe y la revocación de visas presidenciales es otra pieza de la misma maquinaria de desinformación. Se presenta como argumento que Petro busca provocar sanciones diplomáticas para justificar un golpe interno. Pero la democracia colombiana cuenta con contrapesos sólidos: un Congreso con mayoría diversa, una Corte Constitucional independiente y unas Fuerzas Armadas sujetas a la Constitución.
No existe control absoluto que permita un autogolpe, ni sentido político en arriesgar la legitimidad democrática por una narrativa de conveniencia. Mientras los medios vociferan sobre “narcoaliados” y “amenazas institucionales”, ocultan los avances concretos de esta administración.
Lo que Semana, Gilinskiy Andrés Otero no quieren ver
La recuperación parcial de abandonados miles kilómetros de vías férreas devuelve conexión y desarrollo a regiones largamente olvidadas. La reforma agraria histórica, que ha beneficiado a miles de familias campesinas, afrodescendientes e indígenas con tierras propias y proyectos productivos, rompe un ciclo de exclusión de décadas.
El crecimiento del PIB se mantiene positivo, impulsado por un aumento significativo de exportaciones que diversifican nuestra canasta productiva y abren nuevos mercados. El turismo también marca récord: llega a millones de visitantes atraídos por la riqueza cultural y natural, superando cifras de gobiernos pasados.
El desempleo ha disminuido, otorgando oportunidades laborales más amplias y reduciendo la informalidad. El salario mínimo, ajustado por inflación, alcanza niveles históricos que mejoran el poder adquisitivo de los hogares más vulnerables. Incluso la inflación, uno de los principales miedos de cualquier ciudadano, ha cedido terreno, estabilizando precios y protegiendo el bolsillo de la gente.
Todos estos logros ocurren en medio de un contexto global adverso: presiones inflacionarias internacionales, crisis de abastecimiento y fluctuaciones en los mercados. A pesar de ello, el balance social y económico de estos veinte meses muestra una tendencia clara hacia la inclusión y la redistribución de oportunidades, objetivos que nunca priorizaron las élites tradicionales ni los gobernantes que las respaldaron.

El verdadero conflicto no es sobre narcotráfico ni instituciones en riesgo. Se trata de una disputa por el poder: un grupo que estuvo en el poder durante décadas, cómodo con el extractivismo y la dependencia de alianzas externas, ve amenazados sus intereses cuando alguien cuestiona la ortodoxia política.
Ante la imposibilidad de presentar un contra relato basado en hechos, apelan al dramatismo, al miedo y a la fabricación de amenazas. Así, convierten la crítica legítima a la política antidrogas de Estados Unidos en un supuesto complot contra la seguridad nacional.
Colombia necesita un debate honesto. Exigir transparencia y rigor intelectual es la mejor defensa contra la desinformación. No se trata de celebrar a Pie Petro sin objeciones, sino de contrastar la retórica con los datos. Cuando un gobierno incrementa sus incautaciones en más de la mitad, recupera infraestructura clave, impulsa la economía y mejora la calidad de vida de su gente, esas acciones deben contar más que cualquier campaña mediática basada en falacias.
La democracia no se fortalece con la fabricación de crisis. Se afianza con la discusión abierta, la rendición de cuentas y la participación informada de la ciudadanía.
Quienes hoy arman guiones de manipulación deberían responder por sus palabras con la misma exigencia con la que piden al poder público rendición de cuentas. Sin esa reciprocidad, el periodismo se convierte en parte del problema.
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En conclusión, la “crisis diplomática Petro” es solo la última versión de un manual de desestabilización diseñado para proteger privilegios. Pero los números no mienten: un incremento del 62 % en incautaciones, la modernización ferroviaria, la reforma agraria, el alza del PIB y del turismo, la reducción del desempleo, el aumento del salario mínimo y la contención de la inflación son hechos que no encajan en ese guion.
Colombia merece un relato sustentado, no un montaje de mentiras con el ánimo de crear el caos y hasta una guerra civil. Y quien no soporte esas orejitas críticas debe aprender que la verdad, respaldada por cifras, siempre sale al paso del ruido.
Alberto Saavedra R.
noticolombia.net