
El martes 2 de septiembre, la calma habitual de Miranda se rompió con un hecho que sembró dolor y miedo.
A plena luz del día, un adolescente de 17 años fue secuestrado en la zona urbana del municipio.
Se trata de Samuel Londoño Escobar, hijo del exalcalde de Miranda y actual gerente de la Industria Licorera del Cauca, Samuel Londoño Ortega.
El joven fue interceptado mientras se desplazaba en motocicleta. Hombres armados lo obligaron a detenerse, lo bajaron a la fuerza y lo subieron a una camioneta que desapareció con rumbo desconocido.
Le puede interesar leer: La Nueva Gobernanza y el poder Nuclear
Miranda y el impacto del secuestro.
El impacto del secuestro fue inmediato. Miranda, un municipio marcado por la violencia, sintió el golpe no solo por la brutalidad del hecho, sino por la víctima. Samuel pertenece a una de las familias más queridas y reconocidas de la localidad.
Su padre, como alcalde, dejó la imagen de un líder cercano, con vínculos sólidos con la comunidad. Hoy, desde la gerencia de la Licorera del Cauca, mantiene presencia en la vida pública departamental. El secuestro de su hijo no es solo una tragedia familiar, sino un duro mensaje para todo el municipio.
Las autoridades reaccionaron con rapidez. El alcalde actual, Walter Zúñiga, confirmó la activación de un plan candado en coordinación con la Policía, el Ejército y el GAULA. Los uniformados cerraron vías estratégicas e intensificaron patrullajes en la zona urbana y rural.
El objetivo es claro: encontrar al joven y regresarlo sano y salvo a su hogar.
Le puede interesar leer: Gobierno Petro culpable de la corrupción en salud?
El contexto agrava el panorama. El norte del Cauca es una región donde operan grupos armados ilegales, entre ellos disidencias de las FARC y estructuras del ELN. Estos actores disputan el control territorial, la extorsión y el narcotráfico.
Aunque ninguna organización se ha atribuido el secuestro, la comunidad teme que el hecho esté vinculado a estas estructuras.
La noticia ha corrido de boca en boca. En las calles, en los comercios y en las plazas, solo se habla de lo ocurrido. Vecinos recuerdan al joven como un muchacho tranquilo, respetuoso y cercano. La indignación se mezcla con la angustia, mientras circulan oraciones y mensajes de solidaridad.
Extraoficialmente se ha mencionado que otro menor pudo haber sido raptado en el mismo hecho. Sin embargo, esa versión aún no ha sido confirmada por las autoridades. Lo cierto es que el clima de zozobra se intensifica y el miedo vuelve a apoderarse de la población.
El secuestro de un adolescente golpea de manera doble. Por un lado, arrebata a una familia la tranquilidad y la certeza del presente. Por otro, pone de frente a toda una comunidad con la vulnerabilidad de sus hijos.
Cada minuto que pasa, la incertidumbre crece, y con ella, la exigencia ciudadana de acciones rápidas y efectivas.
Miranda es un municipio con memoria de resistencia, pero también con cicatrices profundas dejadas por décadas de conflicto armado. Hoy esa herida vuelve a abrirse.
El secuestro de Samuel no es solo un hecho criminal, es un símbolo de la fragilidad de la paz en esta región del Cauca.
La familia Londoño, respetada y querida, enfrenta el drama más difícil de su historia. Sus vecinos, amigos y conocidos no han dejado de enviar mensajes de fortaleza. “Estamos con ustedes”, repiten en cada esquina. La solidaridad se vuelve la única arma contra el miedo.
El país observa con atención. Las autoridades tienen la responsabilidad de esclarecer lo ocurrido y devolver a Samuel a su hogar.
Pero más allá del operativo, la comunidad exige que este caso no se convierta en una cifra más. El clamor de Miranda es un llamado a la vida y a la esperanza.
El secuestro de Samuel Londoño Escobar es hoy una herida abierta en el Cauca. Una herida que duele en cada familia, que revive fantasmas del pasado y que exige respuestas urgentes.