
Lo que comenzó en un festival de la comunidad y tradición en el corregimiento de Huasanó, Caloto, terminó en un silencio pesado, roto solo por las órdenes secas de hombres armados. Esta es la historia completa de cómo las disidencias de las FARC convirtieron la música en miedo y la fiesta en un acto de sumisión, un evento que refleja la compleja crisis humanitaria que vive el norte del Cauca desde hace décadas.
El Momento en que el festival fue interrumpido
Imaginen la escena: luces de colores, el ritmo de la música llenando el aire, familias y jóvenes bailando. Eran aproximadamente las 9:30 de la noche del pasado viernes cuando, de repente, un grupo de entre 15 y 20 hombres fuertemente armados subió al escenario principal. Testigos presenciales describen que llegaron por la parte trasera del parque principal, donde se desarrollaba el evento comunitario.
La música se cortó de golpe. Un silencio antinatural cayó sobre la multitud, calculada en más de 300 personas según organizadores del evento. No era una falla eléctrica; era el control armado imponiendo su ley. «Apagaron los equipos de sonido y nos ordenaron a todos guardar silencio. Sentimos un vacío en el estómago, un miedo que te paraliza», relata María (nombre cambiado por seguridad), una joven de 24 años que asistía al festival con su familia.
Los videos que circularon después en redes sociales lo confirman: civiles inmóviles, miradas bajas, mientras los integrantes de la estructura Dagoberto Ramos de las Disidencias de las FARC revisaban meticulosamente bolsos, carteras y hasta los bolsillos de los asistentes, todo bajo la amenaza constante de sus fusiles AK-47 y pistolas 9mm.
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La humillación fue solo una parte del trauma. El verdadero terror llegó con las advertencias directas y específicas. «A mi hermano le dijeron claramente: ‘Si graba, le puede pasar algo’. Era una elección simple: obedecer o enfrentar las consecuencias», cuenta la misma fuente. La sensación de vulnerabilidad fue absoluta; nadie estaba a salvo.
Psicólogos comunitarios de la región explican que este tipo de eventos genera lo que se conoce como «trauma colectivo», un daño psicológico que afecta a toda una comunidad simultáneamente. «No es solo el miedo momentáneo», explica el Dr. Andrés Rojas, especialista en atención psicosocial en contextos de violencia. «Es la internalización de que ni siquiera en sus espacios más íntimos y culturales están seguros. Esto genera ansiedad, depresión y un miedo crónico que puede persistir por años».
El impacto es particularmente severo en niños y adolescentes. Según testimonios recogidos por organizaciones de derechos humanos, al menos 40 menores de edad presenciaron directamente la irrupción armada, muchos de los cuales han presentado cuadros de terrores nocturnos y ansiedad por separación desde aquella noche.
Contexto Histórico: Huasanó en el Ojo del Huracán del Conflicto Armado
Para entender la magnitud de lo ocurrido, es esencial contextualizar históricamente la posición estratégica de Huasanó en el conflicto armado colombiano. Este corregimiento de Caloto, con una población estimada de 8,000 habitantes, se encuentra en una zona de alto valor estratégico para los grupos armados ilegales por varias razones fundamentales.
Geográficamente, Huasanó sirve como corredor de movilidad entre la cordillera Central y el valle del río Cauca, facilitando el tránsito de armas, narcóticos y combatientes. Económicamente, la zona es rica en cultivos de uso ilícito, principalmente coca, que representan una importante fuente de financiación para las estructuras armadas.
Históricamente, la presencia de las FARC en la región se remonta a la década de 1990, cuando el Frente 6 de esa guerrilla estableció su influencia en el norte del Cauca. Tras la firma del Acuerdo de Paz en 2016, la estructura Dagoberto Ramos, ahora bajo el mando de Iván Mordisco, mantuvo y fortaleció su presencia en el territorio, aprovechando el vacío de poder dejado por la desmovilización de la mayoría de los combatientes farianos.
La Estrategia del Miedo: Por qué Atacar un Evento Cultural
Este acto no fue un hecho aislado o espontáneo de violencia. Analistas de seguridad consultados coinciden en que se trata de una estrategia calculada de dominación psicológica y control social. Líderes sociales de la región explican que irrumpir en eventos públicos masivos no es casualidad, sino una táctica deliberada.
«Los grupos armados buscan demostrar que su poder se extiende más allá del control territorial militar», explica Ana López, investigadora del Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (INDEPAZ). «Al invadir espacios culturales y festivos, envían un mensaje claro: ‘Nosotros decidimos cuándo y cómo se divierten, cuándo y cómo se reúnen’. Es la máxima expresión de control social».
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Esta estrategia no es nueva en el conflicto colombiano. Durante el apogeo del paramilitarismo en los años 90 y principios de los 2000, grupos como las AUC utilizaban tácticas similares para demostrar su control sobre las comunidades. La diferencia actual radica en que las disidencias operan en un contexto de fragmentación mayor, donde la competencia por el control territorial es más feroz y las líneas entre los distintos actores armados son más difusas.
El Patrón se Repite: Eventos Similares en el Norte del Cauca
Lo ocurrido en Huasanó no es un incidente aislado. Investigaciones de organizaciones de derechos humanos documentan al menos 12 eventos similares en el norte del Cauca durante los últimos 18 meses, donde grupos armados han interrumpido violentamente actividades comunitarias y culturales.
En Santander de Quilichao, en noviembre del año pasado, hombres armados irrumpieron en una celebración religiosa, obligando a los feligreses a permanecer en la iglesia por más de tres horas mientras realizaban «operativos de identificación». En Miranda, el pasado enero, un torneo deportivo interveredal fue suspendido abruptamente cuando combatientes armados llegaron al estadio municipal exigiendo información sobre jóvenes reclutables.
Este patrón repetitivo evidencia una estrategia regional coordinada que busca minar la cohesión social y destruir los lazos comunitarios, facilitando así el control poblacional por parte de los actores armados.
Defensoría del Pueblo – Alertas Tempranas
La Respuesta Estatal: Entre la Buena Voluntad y la Ineficacia Crónica
Tras la denuncia pública, la Gobernación del Cauca emitió un comunicado rechazando el ataque y anunciando el refuerzo del pie de fuerza en Caloto y sus corregimientos. La Defensoría del Pueblo, por su parte, activó sus mecanismos de alerta temprana, mientras la Fiscalía General anunció que podría abrir una investigación por violación de derechos fundamentales.
Sin embargo, un análisis detallado de las respuestas estatales anteriores a eventos similares revela un patrón preocupante de reactividad en lugar de prevención. Según datos compilados por la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento (CODHES), de 45 alertas tempranas emitidas por la Defensoría del Pueblo en el norte del Cauca durante 2023, solo el 30% generó acciones preventivas concretas por parte de las autoridades militares y policiales.
«Las promesas de seguridad siempre llegan después de la tragedia, nunca antes para prevenirla. Nos sentimos completamente solos», expresa un líder comunitario de Huasanó que prefiere mantener su identidad en reserva por temor a represalias. La desconfianza en las medidas reactivas del Estado es total entre la población civil.
El Componente Étnico: Un Agravante Particular para las Comunidades Indígenas y Afro
Un aspecto crucial que no puede pasarse por alto es el componente étnico del territorio. Huasanó se encuentra en una zona de alta densidad poblacional de comunidades afrocolombianas e indígenas, particularmente del pueblo Nasa. Para estos grupos, los espacios festivos y culturales tienen un significado profundo que trasciende lo recreativo.
«Para nuestras comunidades, la fiesta no es solo diversión», explica un mayor indígena de la zona. «Es un espacio de memoria, de resistencia cultural, de fortalecimiento de nuestra identidad. Cuando los armados profanan estos espacios, no solo nos están amenazando físicamente, están atacando nuestro ser como pueblo».
Este componente étnico agrava el impacto del evento, ya que se enmarca en un historial de violencia específica contra líderes y procesos organizativos étnicos en el Cauca, departamento que según la ONIC (Organización Nacional Indígena de Colombia) concentra el 42% de las agresiones contra indígenas en el país.
Las Víctimas Invisibles: El Impacto en Mujeres, Niños y Jóvenes
El análisis del evento sería incompleto sin una mirada diferenciada a su impacto según género y edad. Testimonios recogidos por organizaciones de mujeres en la región indican que durante las requisas, las mujeres y adolescentes fueron sometidas a registros particularmente invasivos y humillantes, incluyendo comentarios de carácter sexual por parte de los armados.
«Revisaban nuestros cuerpos de manera obscena, con la excusa de buscar celulares», relata una mujer de 32 años que asistía al evento con sus dos hijas adolescentes. «Mis hijas temblaban de miedo, y yo no podía hacer nada para protegerlas. Esa impotencia es lo que más duele».
Para los jóvenes, el mensaje fue igualmente claro: «Ustedes nos pertenecen». Varios testimonios coinciden en que los armados se fijaron particularmente en los jóvenes varones, tomando nota mental de quienes podrían ser potenciales reclutas. Esta práctica de «censo armado» es común en las tácticas de reclutamiento forzado utilizadas por los grupos ilegales en la región.
Economía del Miedo: Cómo Afecta la Violencia a la Subsistencia Comunitaria
Más allá del impacto inmediato en la seguridad y la integridad psicológica, eventos como el de Huasanó tienen consecuencias económicas profundas para comunidades ya de por sí vulnerables. Muchas familias invierten sus escasos recursos en la preparación de alimentos y artesanías para vender durante los festivales, esperando obtener ingresos que les permitan subsistir durante semanas.
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«Yo había invertido todo lo que tenía en tamales y empanadas para vender», cuenta doña Rosalba, vendedora informal de 58 años. «Cuando llegaron los armados, tuve que salir corriendo y dejar todo. Perdí mi inversión y el sustento para el mes. Ahora, ¿de qué vivo?»
Este impacto económico multiplicador rara vez es considerado en las evaluaciones oficiales de estos eventos, pero es fundamental para entender por qué la violencia armada perpetúa los ciclos de pobreza en regiones como el norte del Cauca.
Alternativas Comunitarias: La Resistencia Civil Pacífica
Frente a este panorama desolador, es importante destacar las iniciativas de resistencia civil pacífica que han surgido en Huasanó y comunidades aledañas. Líderes sociales, aunque conscientes del riesgo que corren, han comenzado a organizar asambleas comunitarias para analizar colectivamente la situación y diseñar estrategias de autoprotección.
«Nos negamos a que nos arrebaten nuestra alegría», afirma un líder comunitario que participa en estas iniciativas. «Estamos planeando nuevas formas de celebrar que sean más seguras, quizás en espacios cerrados, en horarios diferentes. No podemos permitir que el miedo nos derrote».
Organizaciones como la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca (ACIN) y procesos afrocomunitarios han activado sus sistemas de alerta temprana propia, basados en la comunicación por radio y mensajería segura, para monitorear movimientos de grupos armados y alertar a la comunidad.
El Camino hacia Adelante: Recomendaciones Integrales
La solución a esta crisis requiere un abordaje integral que combine medidas inmediatas de protección con estrategias de largo plazo para addressing las causas estructurales del conflicto. Organizaciones de la sociedad civil han propuesto un plan de acción que incluye:
- Presencia diferenciada del Estado: No solo militar, sino con instituciones civiles que brinden educación, salud y oportunidades económicas reales.
- Fortalecimiento de la justicia local: Implementación de sistemas de justicia que combinen el enfoque étnico con el legal, permitiendo procesar a los responsables mientras se reparan los daños comunitarios.
- Programas de protección colectiva: Mecanismos que protejan a comunidades enteras, no solo a líderes individuales, reconociendo que la amenaza es contra el tejido social en su conjunto.
- Acompañamiento psicosocial continuo: Atención especializada para las víctimas directas e indirectas del evento, con énfasis en niños, mujeres y jóvenes.
- Garantías para la expresión cultural: Protección específica de espacios y eventos culturales como bienes comunitarios esenciales.
Conclusión: Más que una Noticia, un Llamado a la Conciencia Nacional
Lo ocurrido en Huasanó, Caloto, es más que un titular periodístico; es un microcosmos de la compleja crisis humanitaria que vive el Cauca y muchas otras regiones de Colombia. Las disidencias no solo sembraron terror; intentaron robarle el alma a la comunidad, destruyendo simbólicamente lo que más valor tiene para cualquier sociedad: su capacidad de celebrar la vida juntos.
Sin embargo, en su valiente decisión de denunciar y organizarse, los habitantes de Huasanó han demostrado que su coraje es más fuerte que las armas. Su voz es un llamado urgente al Estado colombiano y a la comunidad internacional: protejan a su gente, devuélvanles la paz y permitan que las risas vuelvan a sonar, libres de miedo.
La recuperación de la tranquilidad en Huasanó no es solo una necesidad local; es un termómetro de la capacidad del Estado colombiano para garantizar los derechos fundamentales en sus territorios más vulnerables. Lo que ocurra en los próximos días y semanas en este corregimiento del norte del Cauca será una prueba crucial para la democracia colombiana.